“Las desigualdades del microtrabajo siguen las tensiones del colonialismo” (entrevista La Razon, Bolivia, 22 julio 2018)

Entrevista publicada en Animal Político, suplemento del diario boliviano La Razón.

Antonio Casilli: Trabajador digital, el ‘invisible’

Interactuar en internet también es ‘trabajar’, pues se consume produciendo; tal su provocación.

El sociólogo italiano Antonio Casilli

Iván Bustillos es periodista 08/08/2018 03:45 PM

La Paz•Hace algunos días, estuvo en Bolivia el sociólogo italiano Antonio Casilli, vino a presentar el libro Trabajo, conocimiento y vigilancia. 5 ensayos sobre tecnología, texto publicado por la Agencia de Gobierno Electrónico y Tecnologías de Información y Comunicación (Agetic). Uno de los más renombrados “sociólogos de internet” en Europa, Casilli propone interesantes tesis de lo que sería el “trabajador digital”, la vigilancia masiva por internet y su conflicto con la privacidad, y la construcción del conocimiento en las redes. Con un mundo diferenciado pero global, provoca mirar internet de otro modo.

— La creencia generalizada es que los robots nos están quitando el trabajo. Parece que usted tiene otra percepción del asunto.

— Diré que es al revés, que más bien son los seres humanos los que están tomando el trabajo de los robots. La idea de que los robots van a tomar el trabajo de los humanos es muy vieja, del siglo XIX, cuando pensábamos que las primeras máquinas a vapor iban a reemplazar el trabajo humano. Eso no ha pasado. Son las máquinas las que cambian, se renuevan; cada vez que hay una nueva ola de nuevas máquinas siempre vuelve la misma profecía de que éstas nos van a reemplazar. Ahora estamos con máquinas digitales, que para poder funcionar requieren de un trabajo y entradas en el sistema; esas entradas son el trabajo digital.

— Usted dice que el trabajo digital es invisible, disperso, precario, menos solidario…

— Que quede claro que el trabajo digital no es el de los expertos, de los ingenieros que crean el software. Se trata más bien de personas, que ya se puede llamar ‘proletariado digital’, que hacen tareas muy simples, estandarizadas, a las que se paga muy poco, hasta no se les paga. Estamos ante un trabajo que no se ve, porque está invisibilizado a propósito por los creadores de las plataformas. No es invisible por su esencia, es invisibilizado por los propietarios de dichas plataformas. Es trabajo que no está reconocido como tal, porque los trabajadores están considerados consumidores; además, hay trabajadores que hacen tareas tan pequeñas que no se consideran trabajo, sino microtrabajo. Estos falsos consumidores y los microtrabajadores realizan una labor muy importante, que es entrenar a las inteligencias artificiales.

— ¿Esto es propio de los países centrales, de alta tecnología, o se despliega también en otros del Tercer Mundo, digamos?

— Es un fenómeno global, que no es solo para los países de alto ingreso; sin embargo, el valor que es generado por este microtrabajo no está repartido de manera igual. Los países centrales, del norte, son los que han comprado este microtrabajo y sacan provecho de él. Si nos fijamos dónde viven los microtrabajadores, que reciben los ingresos (más) bajos, vienen de los países en vías de desarrollo o países pobres; entonces, son ellos los que realizan este microtrabajo. Vemos que las desigualdades que reflejan este microtrabajo, en general, siguen las mismas tensiones que ha producido el colonialismo.

— Este trabajador digital, señala usted en otra parte, llega a cien millones; y si hay algo que lo distingue es que es ‘consumidor-productor’. Parece que el solo hecho de usar internet ya no es tan inocente como antes.

— En efecto. Claro que cien millones se refiere a los microtrabajadores que reciben algunos centavos para estas microtareas. Pero, si empezamos a hablar de los consumidores-trabajadores, ahí hablamos de miles de millones de personas; en realidad, cada uno de nosotros. Aparte de que tengamos un trabajo propio, realizamos estas microtareas y generamos valor.

— Parece que también ha cambiado el concepto de empresa.

— Las plataformas no son como las empresas del siglo XX. La característica de las empresas era la centralización de algunas funciones y la fidelización de los trabajadores con un salario. Fuera de la empresa era el lugar del mercado; pero hoy las plataformas son como un híbrido entre empresa y mercado: como empresa, centralizan y acumulan las ganancias; pero como mercado, allí fluctúan los precios. Por ejemplo, la plataforma Amazon es, de un lado, una empresa que centraliza las ganancias y que estructura de una manera muy jerárquica el trabajo; pero, de otro lado, es una plaza de mercado, donde fluctúan los precios, que incorpora a estos consumidores-trabajadores, a los microtrabajadores.

— ¿Hay experiencias de defensa  de este microtrabajo; que los sindicatos se estén renovando?

— En algunos países los sindicatos están cambiando y se están interesando en los trabajadores digitales. Experiencias en Francia y Alemania. Sindicatos muy importantes han creado plataformas digitales para proteger a los trabajadores del sector digital. También se apoya a trabajadores de África o de Asia, que son los que más realizan el microtrabajo. Hay esfuerzos de hacer plataformas cooperativas, basadas en el principio de hacer evolucionar las plataformas para alejarse del concepto capitalista.

— ¿Y el Estado? ¿Qué papel está jugando en esta nueva realidad?

— Es difícil, porque los Estados que yo conozco son los europeos, y éstos buscan tener alianzas con las plataformas capitalistas y no defender a los trabajadores, porque consideran que la presencia de estas plataformas en su territorio va a ser una fuente de ingresos y riqueza, y también una fuente de datos masivos de vigilancia sobre los trabajadores. Pero, sí hay una forma de cambio que puede aparecer en la relación entre Estados y plataformas, que es a través de la fiscalización. Francia, y de manera general Europa, de último están pensando cómo utilizar la fiscalización para sacar impuestos sobre la cantidad de datos producidos en cada uno de los países, y cómo utilizar estos ingresos para financiar políticas redistributivas.

— Vigilancia masiva y datos privados. ¿La sola fecha de nacimiento es un dato que puede venderse, o responder sobre gustos, colores, lo que fuera?

— Cuando hablamos de los datos personales en las plataformas, como Facebook, en realidad estamos hablando de datos realmente muy colectivos. Si usted comparte en las plataformas qué música le gusta o qué opiniones políticas tiene, en realidad está dando también información sobre todo el entorno, su familia, sus amigos. Porque los grupos en estas plataformas se conforman en base a intereses comunes. Por eso digo que no hay nada más colectivo que un dato personal. Entonces, el que la plataforma se esté apropiando de los datos de una persona en realidad significa que se está adueñando de un grupo, de una cadena de personas, que de poco en poco llega a ser la humanidad entera. Porque la estructura misma de estas plataformas hace que cada uno de nosotros esté relacionado con cualquier otra persona a través de cinco o seis grados de separación, o hasta menos. ¿Qué significa grado de separación? significa que entre yo y Putin, el presidente de Rusia, por ejemplo, hay solamente cuatro personas, que yo conozco a alguien que conoce a alguien que conoce a alguien que conoce a Putin. Lo mismo entre yo y un microtrabajador en Filipinas. Entonces, cada dato que se me roba a mí es también un dato que se roba al resto de estas personas.

— ¿Se puede vender información, tendencias, estadísticas…?

— En general, estos datos no son vendidos como tales, sino que están monetizados. Significa que se provee un acceso a estos datos, una suscripción, a otras plataformas, empresas, Estados, medios de comunicación; esta monetización de los datos provee a estas grandes empresas un gran flujo de efectivo. Pero esto no es lo único: además de vender el acceso a estos datos, también se los conserva dentro de las plataformas para poder entrenar las inteligencias artificiales, entrenar los modelos de aprendizaje automático, hacer que los robots aprendan a comportarse de la misma forma que las plataformas.

— En la construcción de conocimiento en internet, la idea básica parece: todos contribuyen, pero siempre hay alguien que monitorea, Wikipedia, Google.

— Primero hay que entender que Wikipedia no es solo una enciclopedia, sino una galaxia de enciclopedias en varios idiomas. Hasta ahora la Wikipedia con más influencia es la versión en inglés. Pero el problema no es tanto el de Wikipedia, sino de Google, esto porque Wikipedia ha regalado toda su base de conocimiento a Google, a cambio de facilitar el acceso; así, si alguien busca a Antonio Casilli en Google, el primer resultado va ser Wikipedia; entonces, quien controla Wikipedia de alguna forma controla a Google. Por esta razón, cuando alguien quiere influir, introducir un sesgo político en los resultados de Google tiene mucho interés en ir a modificar los artículos de Wikipedia. Aunque Wikipedia es una experiencia colectiva, colaborativa, muy positiva, está rodeada de empresas y plataformas depredadoras, capitalistas, que buscan cómo torcer Wikipedia para sacarle provecho. El desafío más grande en este sentido es construir una plataforma de conocimiento común que logre ser independiente, que no pueda ser apropiada por las otras plataformas (de concepto capitalista).

Antonio Casilli. Presentó el libro Trabajo, conocimiento y vigilancia. 5 ensayos sobre Tecnología (Agetic, Embajada de Francia, 2018). Ensayos del autor en los últimos diez años sobre el impacto de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación en el mundo laboral, la privacidad y el saber.