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Los trabajadores «fantasma» de la inteligencia artificial (La Voz de Asturias, 20 Junio 2022)

Artículo sobre anotadores de datos basado en “Esperando a los robots”, traducción de mi libro publicada en España y Latinoamérica.

Millones de trabajadores «fantasma», tras el éxito de la inteligencia artificial

Xoan Carlos Gil

Las plataformas contratan microtareas como etiquetar fotos por unos céntimos

20 jun 2022 .

Cuando un usuario de Facebook navega por su muro no ve imágenes violentas o inapropiadas. Deduce que una máquina, previamente entrenada con inteligencia artificial, hace una criba automática. En realidad, a muchas plataformas les es más barato contratar a chabolistas de la India que pasan ocho horas al día revisando fotos y vídeos por unos centavos la hora. Son los trabajadores fantasma que sustentan la inteligencia artificial (IA). Cuando se habla de estos servicios y soluciones automatizados, a los críticos de la IA les viene a la memoria aquel muñeco autómata turco con turbante que jugaba al ajedrez y que asombró a todas las cortes europeas del siglo XVIII, pero había truco: un gran maestro se ocultaba en la caja del tablero y movía las piezas.

Algunos ya se preguntan si la era del aprendizaje automático está agotada y la inteligencia artificial tocó techo y ha entrado en su tercer invierno. Ya hubo un parón en los años 60, tras el chasco que siguió a los vaticinios de que un cerebro electrónico superaría a la mente humana en una década. Dicha meta se ha pospuesto mil veces y el gurú Ray Kurzweil la ha aplazado al 2050.

En plena fiebre del oro del aprendizaje automático de la IA ha surgido el escepticismo entre los autores. Mary L. Gray, Phil Jones y Antonio G. Casilli han desvelado la cruda realidad: las plataformas de Silicon Valley han descubierto que sale más barato contratar a humanos que hagan el trabajo de datos de los robots. Sospechan que se está asentando en el siglo XXI un nuevo modelo de colaborador precario, como los free-lance o los riders, que aceptan encargos a demanda.

Dichos autores, en sendos libros, revelan que un ejército de trabajadores invisibles que usan un ordenador en call centers de la India o cibercafés de Filipinas hacen infinidad de microtareas para que las noticias trending-topic, los cotilleos más frescos de las celebrities y los resultados de fútbol lleguen al móvil del cliente o que el mayordomo del hogar Alexa entienda sus órdenes.

La importancia de estos microtrabajadores, como los denomina Casilli, es tal que un ejecutivo de una start-up confesó que los llaman «la inteligencia artificial no artificial». Admitió que, al ser tan baratos, «los humanos roban los trabajos a los robots».

Todo empieza cuando una plataforma, como MTurk, externaliza el trabajo digital y lo divide en miles de microtareas, como transcribir pequeños fragmentos de texto o cliquear sobre imágenes para etiquetarlas, que sirven para entrenar a los algoritmos y la IA. El trabajo en esta cadena de subcontratación de obreros del clic, dispersos por barrios de Madagascar o en las cocinas del cinturón de óxido de Estados Unidos, es opaco, barato y precario.

Luego, las start-ups que contratan estos servicios, monetizan y venden el resultado como si fuese el fruto del aprendizaje automático y la magia técnica de la inteligencia artificial (IA), según desvela Casilli en su libro Esperando a los robots.

El cliente cree que un robot inteligente «adivina» sus preferencias cuando, en muchos casos, los trabajadores fantasma, por ejemplo, universitarios keniatas desde la sala de informática de su facultad, rastrean su huella digital en las redes sociales y deducen los contenidos que le gustan.

Los investigadores Mary L. Gray y Siddharth Suri, en su libro Ghost Work, han seguido la pista a este ejército de trabajadores fantasma, y hallaron miles de ellos en Coimbatore, en el sur de la India. También en Estados Unidos. Concluyen que, a día de hoy, la inteligencia artificial, las apps de los móviles o las webs no funcionarían sin esta labor humana y esa red de trabajadores invisibles repartidos por el mundo que calculan rutas para Uber o ayudan al buscador de Google. Además, según Casilli, los microtrabajadores compiten como gladiadores por hacerse con un encargo en plataformas como Mechanical Turk de Amazon. Por ejemplo, para traducir un texto, un algoritmo solo contrata al más rápido y los más listos usan herramientas especiales que inflan su rendimiento. Cobran centavos o un dólar por hora pero les compensa.

Otro autor, Phil Jones, en su libro Work without the worker (Trabajo sin trabajador), resalta la opacidad de estas microtareas. Un colaborador de Clikworker desconoce lo que está creando para la plataforma porque el «microtrabajador es ciego» y sus encargos son impenetrables y secretos. Quizás esté ayudando a reprimir a una minoría étnica, pero le es imposible averiguarlo. Además, el peón opera en instalaciones semiclandestinas y es anónimo, pues en la plataforma no se identifica con su nombre real sino con un apodo o nick.

Los propios usuarios de internet son trabajadores invisibles cuando identifican imágenes de semáforos o de coches en el Capcha de Google para demostrar que no son un robot. En realidad, entrenan gratis a la inteligencia artificial del buscador, algo que insinuó Nicholas Carr en el 2010 en su libro Superficiales: ¿Qué está haciendo internet con nuestras mentes? Y es que el software somos nosotros.

Combien de travail humain dans les chatbots ? (Télérama, 18 juin 2022)

Les assistants vocaux et les chatbots sont devenus incontournables dans de nombreux domaines de la vie quotidienne. Pourtant leurs enjeux demeurent mal maîtrisés. Telerama recueille les propos de Lurence Devillers, Nicolas Sabouret et moi-même.

Services clients, plateformes de vente, santé… faut-il se méfier des chatbots ?

Kyrill Nikitine

Selon l’agence de conseils en technologies Juniper Research, les chatbots permettront d’économiser plus de 2,5 milliards d’heures de travail d’ici à 2023, soit 11 milliards de dollars de coût de main-d’œuvre.
Selon l’agence de conseils en technologies Juniper Research, les chatbots permettront d’économiser plus de 2,5 milliards d’heures de travail d’ici à 2023, soit 11 milliards de dollars de coût de main-d’œuvre. Photo Carol Yepes / Getty Images

Les assistants virtuels se multiplient et sont devenus incontournables dans de nombreux domaines de la vie quotidienne. Un épatant progrès technique, dont les enjeux demeurent toutefois mal maîtrisés.

Passez-vous plus de temps à discuter en ligne avec des chatbots, ces assistants virtuels censés répondre à vos questions, qu’avec votre propre conjoint ? Oui, à en croire une étude prévisionnelle réalisée en 2016 puis en 2019 par Gartner Inc., cabinet de conseil américain en technologie et intelligence artificielle. Et en se multipliant, ces échanges génèrent de vertigineuses économies : selon l’agence de conseils en technologie Juniper Research, les chatbots permettront d’économiser plus de 2,5 milliards d’heures de travail d’ici à 2023, soit 11 milliards de dollars de coût de main-d’œuvre… Quant à la célèbre holding financière JPMorgan Chase & Co., elle les utilise déjà pour influencer non seulement sa clientèle, mais aussi ses milliers d’employés : « C’est une énorme possibilité de suggérer des recommandations créatives et perspicaces, se targuait déjà en 2018 leur responsable Jason Tiede, dans une interview accordée à la chaîne américaine CNBC. Un chatbot peut dire par exemple : “On dirait que vous avez envoyé un virement de 100 dollars. Savez-vous que vous pourriez envoyer un paiement en devises à la place ?” »

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Interview dans Ouest-France (16 juin 22)

Depuis le Covid et la guerre en Ukraine, de nombreux Français sont contraints de recourir à un petit boulot. Mais les plateformes ont changé les règles du jeu… Décryptage/itw dans Ouest France.

Microtravail en ligne, chauffeur Uber, bricoleur Ikea… Le boom des nouveaux jobs d’appoint en France

Propos recueillis par Gaëlle FLEITOUR

Depuis la crise sanitaire et la guerre en Ukraine, de nombreux Français sont contraints de recourir à un petit boulot pour joindre les deux bouts. Mais le numérique a changé les règles du jeu… Décryptage avec le sociologue Antonio Casilli.

Ce n’est pas leur métier principal. Mais quelques heures par semaine, ils sont chauffeurs Uber, monteurs de meubles pour Ikea ou bien encore travaillent pour la plateforme Amazon Mechanical Turk (une référence au prétendu automate du XVIIIe siècle, qui dissimulait une personne bien vivante). Confrontés à des problèmes de pouvoir d’achat, de nombreux Français se retrouvent contraints d’exercer des petits boulots supplémentaires. Dont la typologie a été bouleversée par le numérique, raconte Antonio Casilli, professeur de sociologie à l’Institut Polytechnique de Paris. Il est le cofondateur de l’équipe de recherche DiPLab sur le travail en ligne, et auteur du livre En attendant les robots : enquête sur le travail du clic (Éditions du Seuil). Entretien.

Antonio Casilli, comment expliquer que de nombreux Français se retrouvent à travailler en plus de leur emploi ?

La crise sanitaire est survenue à un moment où le marché du travail au niveau international était dans une situation de prolifération des emplois formels, c’est-à-dire des personnes qui avaient un vrai emploi salarié. Cela a été complètement bouleversé par deux ans et demi de crise sanitaire, qui a aussi été une crise économique, puis a empiré avec la guerre en Ukraine.

La reprise s’est caractérisée par une réouverture du marché du travail. Mais le nouvel emploi n’apporte souvent plus autant qu’auparavant en termes de pouvoir achat, ou de stabilité, car de nombreux secteurs d’activité restent fragilisés par le contexte géopolitique. Conséquence : même les gens qui ont une source principale de revenus cherchent des petits jobs à côté.

Et pendant la crise sanitaire, il y a eu une augmentation phénoménale des effectifs des plateformes de travail (livraison, petits jobs sur place ou à distance), ce qui a déterminé quelque chose de paradoxal : les revenus des personnes sur ces plateformes ont baissé, car plus il y a de monde qui s’inscrit, plus les travailleurs se font concurrence entre eux, plus les plateformes et leurs clients peuvent se permettre de baisser les taux horaires et le niveau de rémunération… Ce qui rend ces travailleurs encore plus dépendants de ces plateformes !

Quel est le profil de ceux qui exécutent ces missions ?

Il est très varié en France. On recense dans nos enquêtes des personnes qu’on appelle en anglais des slash workers : les travailleurs qui ont une activité principale ainsi qu’une autre activité. Exemples, jardinier / technicien du son, ou intermittent du spectacle / livreur Deliveroo. Cela fait partie d’une population, pas forcément jeune, mais souvent urbaine, qui est confrontée à un besoin d’intégrer ces revenus complémentaires, et parfois commence carrément à développer une double carrière.

L’autre profil, ce sont des gens exclus du marché du travail parce qu’ils sont sans papiers, ou en raison de leur niveau d’études ou d’un handicap. Après, il reste extrêmement difficile d’introduire de la stabilité pour ce type de métiers.

Quelles sont les différentes sortes de petits boulots ?

Il y a une grande différence entre les petits jobs qui relèvent de missions souvent sur une base locale, avec un début et une fin et une composante matérielle très visible (monter des meubles, faire de la logistique) et ce qu’on appelle du « microtravail ». Ce dernier s’applique plus à une activité à distance, parfois externalisée dans d’autres pays pour leurs coûts bas de main-d’œuvre. Il est lié à l’émergence d’automatisation de tâches productives : c’est un travail pour nourrir l’intelligence artificielle.

Ce mouvement du numérique proposant de plus en plus de travaux à la tâche, vous l’appelez DiPLab (de Digital Platform Labor). En quoi est-ce lié à l’explosion de l’intelligence artificielle ?

Notre équipe l’étudie depuis cinq ans. Des gens réalisant des activités semblant anodines sur une plateforme, comme écouter des extraits d’une vidéo pour la classer ou l’évaluer, cela peut paraître inutile, mais nous avons progressivement compris qu’ils entraînaient ainsi les algorithmes, qui sont les modèles mathématiques derrière l’intelligence artificielle. C’est ainsi que YouTube ou Google, en plus de s’aider de vos propres habitudes de consultation, peuvent vous faire des recommandations de vidéos.

Quelle est l’ampleur de ce travail à la tâche en France et dans le monde ?

En 2019, lors de notre première enquête sur le microtravail en France, nous avions recensé 260 000 travailleurs occasionnels, soit un marché déjà important. Des chercheurs d’Oxford estiment aujourd’hui à plus de 16 millions le nombre de personnes dans le monde qui effectueraient des tâches de ce type ! Nous avons récemment étudié le Madagascar et le Venezuela, qui sont les centres névralgiques de cette industrie : c’est là que les grandes entreprises françaises et internationales se servent pour avoir des données de bonne qualité.

Il s’agit pour les entreprises de disposer d’une sous-traitance peu onéreuse ?

Cela n’est pas nouveau, l’intérim y répondait déjà, par exemple. Mais il faut bien s’entendre sur quelles sont ces entreprises. Il y a celles qu’on reconnaît : de grandes plateformes comme Uber, Airbnb qui, de fait, offrent une forme de travail « jetable » (disposable en anglais), mais qui en même temps n’ont pas vocation à être des entreprises. Les vraies entreprises, ce sont les clients de ces plateformes, comme le restaurant qui a un contrat avec Deliveroo, et le groupe qui sous-traite des tâches de comptabilité…

Quels sont les risques pour ces travailleurs, qui sont certes autonomes mais payés chichement et sans personne pour défendre leurs droits ?

Il y a certains risques particulièrement liés à cette « plateformatisation » du travail. Cela concerne autant le livreur que le monteur de meubles ou celui qui travaille pour une intelligence artificielle : que ces plateformes essaient de passer outre la protection des travailleurs. Il faut que le législateur intervienne de manière plus pressante pour faire requalifier leur statut en contrat de travail. Sinon on risque d’assister à une véritable érosion des droits liés à la protection sociale des salariés.

Il y a par ailleurs un risque de concurrence intense entre ces travailleurs : ceux des pays du Sud seront probablement plus prêts à travailler pour une rémunération moins importante.